Cada vez que llega el Día Nacional de la Concienciación sobre el Autismo, me encuentro con emociones encontradas. Como mujer autista, psicóloga y madre de un niño autista, esta fecha me hace reflexionar sobre cuánto hemos avanzado como sociedad en la comprensión del autismo y, al mismo tiempo, cuánto nos falta aún por recorrer.

Recuerdo cuando recibí mi diagnóstico de adulta. Fue un momento revelador, un rompecabezas que finalmente encajaba, explicando tantas experiencias de mi infancia y juventud que antes parecían desconectadas o inexplicables. También recuerdo cuando diagnosticaron a mi hijo, y cómo, a pesar de mi formación profesional, me invadieron dudas, miedos y preguntas. La maternidad ya es un viaje desafiante, pero criar a un niño autista en un mundo que aún no está diseñado para la neurodivergencia añade una capa adicional de complejidad.

En este día, veo campañas de concienciación llenas de mensajes sobre la importancia de la inclusión, la empatía y el respeto. Son valiosas, sí, pero muchas veces se quedan en la superficie. La verdadera concienciación no es solo usar un lazo azul o compartir una infografía en redes sociales; es comprender que el autismo no es un problema a solucionar ni una tragedia a evitar. Es una forma diferente de ser y estar en el mundo, con desafíos, pero también con fortalezas.

Por eso, en este día, quiero hablar de lo que realmente significa la concienciación para mí. No se trata de hacer que las personas autistas “encajen” en un molde neurotípico, sino de crear espacios donde podamos existir sin miedo a ser juzgados, donde nuestras formas de comunicación sean validadas y donde nuestras necesidades sean respetadas sin que nos hagan sentir que estamos pidiendo demasiado. La verdadera inclusión se construye con accesibilidad, ajustes razonables en los entornos laborales y educativos, y sobre todo, con la voluntad de escuchar a las propias personas autistas en lugar de hablar por nosotras.

Ser madre de un niño autista ha profundizado aún más mi comprensión sobre lo que significa vivir en una sociedad que constantemente nos pide adaptarnos en lugar de cambiar para incluirnos. Mi hijo me enseña cada día que el autismo no es algo que deba corregirse ni moldearse para encajar en una norma impuesta. Su forma de ver el mundo es valiosa y merece ser celebrada.

Hoy, en el Día Nacional de la Concienciación sobre el Autismo, no quiero solo que las personas sean “conscientes” de nuestra existencia. Quiero que nos reconozcan como parte de esta sociedad con el derecho a ser quienes somos sin máscaras ni excusas. Quiero que se nos escuche cuando hablamos de nuestras experiencias, sin que se nos infantilice o se nos trate como si fuéramos proyectos de rehabilitación. Quiero que mi hijo crezca en un mundo donde no tenga que justificar su forma de ser para que lo acepten.

La verdadera concienciación no se trata solo de un día, sino de un compromiso constante por construir un mundo más justo y comprensivo para todas las personas autistas. Y eso, más que cualquier campaña, es lo que realmente marca la diferencia.

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